“El hombre siempre ha buscado ciudades invisibles, ciudades que estuvieran pobladas por las presencias de sus ausentes, ciudades donde el invierno de pólvora y la primavera de sangre estuvieran proscriptas.
Aunque los conquistadores no buscaban el sol de la leyenda, sólo perseguían el oro de la tragedia.
¿Cómo serán las ruinas de una ciudad imaginaria, los escombros de una ciudad ilusoria, los restos de la Ciudad de los Césares?
La leyenda de esta ciudad encantada hubo de arraigarse tanto en los corazones de los pobladores de América, que a la Patagonia se la llegó llamar: “la provincia de los Césares”
Cuando se juntan la historia y la leyenda, paren ciudades en las fronteras de los hombres y los fantasmas. Cuando se juntan los silencios y los vientos, engendran ciudades que no caben en los mapas.
(Pedro Patzer – La ciudad de los Césares)”-
Cuando aún quedaban algunos rumores y noticias de la fiebre del oro en Tierra del Fuego, y no había nadie que no hubiera escuchado una historia buena o mala de los que se aventuraron en ella, una niña encuentra una piedra matizada de colores en la ribera norte del Lago General Carrera. De las manos de Guillermina Inayao llegó a las de José Antolín Silva. De muchos hilos y colores se formará este tejido. Tantas personas, momentos y caminos impensables pueden llegar a cruzarse para llegar a un lugar. Antolín Silva dilucida el contenido de la piedra y realiza los trámites de inscripción de este yacimiento de plomo y zinc, lo que constituye el hecho inicial que funda el ingenio minero de Puerto Cristal.
Llegó a producir el 50% de plomo y el 40% de zinc que se extraía en el país en la década de los 40. Fue motor de desarrollo económico de la Región de Aysen dando origen a Puerto Ingeniero Ibañez, consolidando la actividad de Puerto Chacabuco y la economía de Coyhaique.
Vivían allí 850 personas y la organización del campamento consideraba:
Viviendas para obreros y empleados de la mina.
El trabajo, el sindicato minero, el club de futbol, la misa dominical, la escuela y las fiestas sociales y religiosas dieron vida al tejido social que resistía las duras condiciones del trabajo y el clima. Aún así , el campamento tenía privilegios muy difíciles de encontrar en esa región inhóspita:
La conectividad lacustre iba en las cubiertas de las embarcaciones Don Cote, el Chile, y el ya histórico Andes, entre otros. En 1952 se arma en Puerto Cristal una embarcación, Don Edmundo, con un tonelaje de 93 tns y seis tripulantes diseñado por el Ingeniero Naval Costa Lumbolt y que lleva su nombre en recuerdo al primer administrador de faena Don Edmundo Elissetche.
La caída de precios, el aumento de los costos de extracción y la baja ley hizo inviable su continuidad. Fue cerrada en 1996 y declarada Monumento Histórico en 2008.
Cada 10 de agosto, para fiestas de San Lorenzo, el campamento recobra risas y voces que le son conocidas. Vuelven los Cristalinos a visitar este lugar donde trabajaron o nacieron. Vuelven a visitar a sus muertos, a recrear anécdotas y momentos en la historia de un lugar que venció los embates del olvido.